martes, 10 de agosto de 2010 | |

Encuentro. Cuento corto

Esa noche en su casa se armó una discusión. Su madre y hermano discutían acaloradamente. Ya no sabía por qué. No quería escucharlos. Trataba de ver la televisión. Las voces alteradas seguían in crescendo. Apagó el aparato y fue a su habitación a vestirse. Iría al concierto de la Orquesta Sinfónica. No estaba demás. Ese día había leido en su horóscopo que conocería a una persona interesante además disfrutaba mucho de los conciertos. Corría el mes de octubre de 1982. Salió envuelta en un vestido fucsia, ligeramente ceñido al cuerpo con una abertura por delante que mostraba insinuante sus piernas bien tornadas. La melena al natural, ondulada, negra, poco maquillaje pero eso si, los labios perfectamente pintados. Llegó el taxi, subió rápidamente y se dispuso a disfrutar de la noche. El taxista la miraba con disimulo desde el espejo retrovisor. Se hizo la desentendida. Estaba acostumbrada a esas miradas. A sus 21 años era una mujer atractiva. Por la ventanilla vislumbraba la ciudad encendida. Tomaron la autopista que atraviesa el sur de la ciudad. El taxi paró frente al teatro. Había gente esperando entrar. Se sintió algo incómoda con el vestido, una brisa fuerte levantó la falda. Quizás debió ponerse otra cosa, en fin. Miró a un lado y al otro buscando a su amiga Luz. Ella toca la viola en la orquesta. No estaba. Quizás ya llegó y entró, pensó. Decidió sentarse en un banco en el andén. De repente sintió que alguien la miraba con  insistencia. Era un hombre de unos 30 años. Estaba de pie a escasos metros. Vio acercarse al hombre. ¡Ay no otro que va a preguntar la hora! pensó.
-Hola, dijo el extraño, 
-¿Sabes a qué hora comienza el concierto? 
Lo miró por un instante. El hombre de tez morena y mediana estatura, le pareció poco atractivo.
Cuando menos disfrazó la pregunta, pensó. 
-A las 8- Respondió con poco interés.
El hombre no se movió. 
-Estoy esperando a unos amigos, le dijo. 
Elena bajó la guardia. Sus alarmas se apagaron y decidió entablar conversación con el joven. Las puertas se abrieron y entraron al teatro. El concierto estuvo magnífico. Romeo y Julieta de Prokofiev. Una delicia. Pensar que esa hermosa pieza fue rechazada por los teatros Kirov y Bolshoi (1934)por su complejidad para adaptarla al ballet. Al finalizar el concierto, salieron con la multitud. El le ofreció llevarla. Ella aceptó. Por el camino conversaron. Arturo que es el nombre del joven, le dijo que era arquitecto y recién había regresado de un postgrado en Londres. Eso le gustó. Ella por su parte le habló de su carrera incipiante en la universidad. El tiempo pasó muy rápido. Cuando llegó a su casa se despidio rápidamente, luego de intercambiar teléfonos. Su hermana la miraba desde el jardín.
-¿Lo conozco? le preguntó entre curiosa y divertida.
-No.Y no preguntes más, le dijo con una sonrisa.
Ambas entraron a la casa. Todo en calma. Qué alivio, pensó. Se dispuso a dormir, sin imaginar el futuro que la esperaba al lado de ese hombre.

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